Todo lo que debe saber acerca de los FILTROS SOLARES

CONCEPTOS GENERALES

Situado a 150 millones de kilómetros de la superficie terrestre, el astro solar es pieza clave y esencial para el desarrollo de la vida. La energía que emite esta estrella es un flujo electromagnético compuesto por fotones luminosos que llegan hasta nosotros a una velocidad constante de 300.000 Km/segundo.

El espectro de radiación solar abarca un variado abanico de distintas longitudes de onda que va desde los Rayos X (0,1 a 10 nm) y Rayos Gamma (10 a 40 nm) hasta las Ondas de Radio (superiores a 1.800 nm). Entre ambos extremos se sitúan los Rayos Ultravioletas o U.V. (280 a 400 nm), la Radiación o Luz Visible (410 a 700 nm) y los Rayos Infrarrojos (700 a 1500 nm).

El 98% de la radiación solar que recibimos en nuestra piel procede de una banda situada entre los 200 nm y los 850 nm de la franja infrarroja. Debemos preferenciar nuestra atención, por tanto, en torno a la radiación Ultravioleta, responsable mayoritaria de los efectos que el sol ejerce sobre el tegumento cutáneo.

Según su longitud de onda consideramos hasta tres franjas lumínicas: Ultravioletas “largos” o UVA, con una longitud de onda entre 320 y 400 nm, ultravioletas “medios” o UVB, de 280 a 320 nm y ultravioletas “cortos” o UVC (16 a 280 nm):

  • Los UVA llegan en cantidad considerable a la superficie terrestre, apenas son absorbidos por la atmósfera y atraviesan el vidrio. Se denominan melanógenos pues son responsables de la pigmentación melánica cutánea.
  • Los UVB nos llegan en muy reducida cantidad, son capaces de atravesar el cuarzo y se les denominan eritematógenos por estar relacionados con el desencadenamiento del eritema solar.
  • Los UVC son prácticamente absorbidos por la capa de ozono terrestre por lo cual no llegan a nuestra piel. Señalaremos que el abuso en la utilización de sustancias clorofluorocarbonadas industriales (CFCs) hace peligrar la integridad de dicho filtro natural atmosférico (el antaño famoso agujero de ozono) y de su eventual protección frente a unos riesgos potenciales extremadamente graves (aparición de canceres cutáneos.)

LOS TIPOS DE PIEL

No debemos ignorar que no todos los cutis presentan las mismas características anatómicas y funcionales frente a las agresiones externas de la radiación electromagnética solar. Clásicamente (Fitzpatrick) se han venido considerando varios fototipos cutáneos:

  • Fototipo I:
    Personas de tez extremadamente blanca y pelirrojos, que siempre se queman y nunca se broncean.
  • Fototipo II:
    Tez blanca con cabellos rubios y ojos claros que siempre se queman y a veces se broncean.
  • Fototipo III:
    Cabellos castaños claros, suelen quemarse en las primeros contactos solares pero se broncean.
  • Fototipo IV:
    Cabellos morenos, ojos marrones. Raramente se queman al exponerse al sol y se broncean siempre.
  • Fototipo V:
    Piel muy morena, ojos oscuros. Nunca se queman y se broncean de forma intensa con rapidez.
  • Fototipo VI:
    Personas de raza negra.

EFECTOS DE LA RADIACIÓN SOLAR

Si tuviéramos que valorar los resultados de la radiación lumínica en nuestro organismo, la balanza se inclinaría ineludiblemente hacia sus efectos negativos. El único argumento científico que podemos evaluar positivamente a este respecto es la fotosíntesis de la vitamina D3 por ionización del ergosterol y su posterior transformación en vitamina antirraquítica. Junto a ello, podríamos consider ciertos efectos efimeramente beneficiosos que el sol produce en la evolución de ciertas dermatosis (acné, psoriasis, eczemas,…) o patologías (reumatismo, estados deficitarios circulatorios periféricos,…) o en el bienestar superfluo y discutible de una moda o culto al bronceado que acontece en nuestros días y que puede pasarnos factura.

Desde otro punto de vista existe una rotunda unanimidad de criterios en torno a los nefastos efectos que una exposición incontrolada al sol puede generar en nuestro organismo. Desde un punto de vista dermatológico, la radiación lumínica va a desencadenar una serie de reacciones físico-químico-biológicas de severidad variable que se engloban o agrupan bajo la denominación de actinodermatosis o dermatoheliosis. Estos efectos agresivos estarán ineludiblemente relacionados con la frecuencia, duración, índices de radiación e intensidad de la exposición o insolación.

Los daños colaterales inmediatos en la piel se inician con un enrojecimiento 0 eritema inflamatorio cutáneo. Nuestro tegumento, visto al microscopio, va a iniciar una serie de cambios patológicos estructurales que los patólogos denominan con los extraños nombres de acantosis, vasodilatación, hiperqueratosis, edema y progresiva desorganización de la queratina epidérmica. A medida que dicha fotoexposición se mantiene en el tiempo nuevos cambios crónicos y degenerativos comienzan a afectar a sutiles estructuras más profundas en especial a los materiales de relleno de nuestra dermis. Las fibras colágenas y elásticas se van desorganizando y desestructurando, favoreciendo la puesta en marcha de una progresiva deshidratación y de la elastosis, en suma, de un envejecimiento cutáneo prematuro de difícil recuperación. La factura se va haciendo cada vez más cara.

Complementariamente, son cuantiosos los estudios científicos que apuntan y vienen a demostrar de manera irrefutable que la luz UV genera progresivos cambios deficitarios en nuestras defensas o sistema inmunitario, alterando los depósitos celulares de lisozima y causando una liberación de citokinas inmunosupresoras así como una depleción y cambios fenotípicos de las células de Langerhans y la liberación de radicales libres. Asimismo, se desencadenan reacciones de fotosensibilización endógena que generan alteraciones en los componentes proteicos de membrana, así como en la mitosis, turn-over y en el ADN celular. Que, dicho en «cristiano», se refiere a una serie de daños de singular importancia que inician un camino hacia unos daños cutáneos de mayor seriedad o gravedad.

Dichos cambios son acumulativos a lo largo de la vida del individuo y hoy dia sabemos con certeza absoluta que las quemaduras solares a lo largo de la infancia y juventud aumentan de forma considerable las posibilidades de presentar a edades maduras procesos patológicos o degenerativos cutáneos que van desde la aparición de una serie de dermatosis banales como manchas cutáneas inestéticas (melasma, léntigos, queratosis solares seniles), distintas afecciones reflejo de una intolerancia solar (dermatosis fotoalérgicas y fototóxicas vehiculadas por el uso de sustancias tòpicas fotoreactivas (desodorantes, colonias y perfumes, antisépticos, champúes de brea y alquitrán, ciertos colorantes industriales, tópicos antiinflamatorios y antialérgicos, psoralenos), o por la toma de ciertos medicamentos con potencial fotoalérgico (tetraciclinas, sulfamidas, anticonceptivos, diuréticos, laxantes, antidiabéticos, diureticos, psoralenos, antihipertensivos, antirreumáticos, psicofármacos, antimicóticos, cardiotónicos, retinoides)…Estos serían efectos indeseables a corto-medio plazo.

A la larga, las consecuencias son mucho más graves y van desde la aparición de un envejecimiento cutáneo prematuro (dermatoheliosis), la aparición de lesiones con potencial degenerativo (queratosis y queilitis actínicas, Bowen, léntigos seniles, Dubreuilh,…) o tumores malignos como los epiteliomas y el melanoma.

FOTOPROTECTORES NATURALES

Debemos considerar la existencia de unos mecanismos naturales de fotoprotección, entre los que señalaremos el revestimiento piloso, la barrera dermovascular, la capa cornea y el pigmento melánico. Estos dos últimos factores se imbrican en la unidad melanoepidérmica, proceso natural que contempla la producción de melanosomas en el melanocito cutáneo y la posterior transferencia y distribución de los gránulos de pigmento a los queratinocitos epidérmicos. Sabemos que el bronceado es el principal mecanismo protector ante los efectos agresivos de la radiación solar pero no debemos ignorar la barrera aislante de nuestra capa córnea, la producción de citoquinas y el estímulo en la activación de antioxidantes naturales.

LOS FILTROS DE PROTECCIÓN SOLAR

Los filtros solares de aplicación tópica ejercen su acción por varios mecanismos según su composición:

Los filtros químicos producen una absorción de la radiación solar. Actúan fotoquímicamente a través de sus anillos bencénicos o dobles enlaces estructurales, transformando la energía luminosa en otras longitudes de onda inocuas para la capa córnea de nuestra piel. Entre ellos, debemos mencionar los que contienen para-amino-benzoatos (PABA o ácido paraaminobenzoico, cinamatos, salicilatos, mexoryl, benzofenonas, antranilatos…).

Los filtros físicos actúan por dispersión y reflexión de los rayos lumínicos mediante un efecto pantalla o barrera de sus componentes opacos. Los componentes más utilizados son el dióxido de titanio, óxido de zinc, óxido de hierro, caolín, ictiol, cloruro férrico,…

Los filtros mixtos combinan las características y propiedades de los anteriores.

Los filtros sistémicos o biológicos se administran por via oral y ejercen una acción antioxidante encaminada a contrarrestar los efectos nocivos de la radiación. Entre ellos consideraremos los betacarotenos, las vitaminas A y E, glutation, histidina, carnosina,…

Desde un punto de vista galénico, un fotoprotector puede prepararse en forma de solución (más adecuadas para área corporal), emulsión o gel (para aplicación facial) o en stick (para aplicar en áreas cutáneas reducidas y sensibles). Los filtros físicos o minerales siempre son peor aceptados cosméticamente que los químicos debido a su opacidad, sin embargo son muy recomendables para la protección de niños, mujeres embarazadas o personas de fototipo sensible que desempeñan una actividad laboral al aire libre. Asimismo son muy recomendables entre los que practican deportes náuticos, en la nieve o en alta montaña y de uso preferente en los pacientes afectos de alergias solares o con manchas cutáneas y queratomas, así como para la protección de cicatrices recientes, post-peelings, pacientes en terapia con láser , electrocoagulación, postdepilación, etc.

En los últimos decenios, los Laboratorios Farmacéuticos han extremado sus medios de investigación y producción a fin de sintetizar y fabricar toda una gama de productos de acción fotoprotectora que, todavía hoy, continúan apareciendo de forma usual y continuada en las oficinas de dermofarmacia de todo el mundo. Un protector solar de acción externa ideal debe cumplir los siguientes requisitos:

  1. Evitar los efectos agresivos inmediatos que la luz solar provoca en nuestra piel (eritema o quemadura actínicas.)
  2. Prevenir de forma eficaz la aparición de secuelas a largo plazo (foto-envejecimiento o dermatoheliosis, cataratas, cánceres cutáneos.)
  3. Establecer unas medidas de protección para pacientes que padecen una fotodermatosis.
  4. Ser inocuo, no tóxico y no sensibilizante para la piel que lo recibe.
  5. Ser cosméticamente aceptable.
  6. Ser estable frente a la luz y el calor. Eventualmente, presentará una resistencia al efecto del sudor y del agua (waterproof.)

La industria Dermocosmética avanzada ha preferenciado sus investigaciones en torno a la resistencia al agua de los fotocosméticos. La mayoría de los Laboratorios disponen ya entre su gama de filtros resistentes al agua (water-resistant) que garantizan su efecto tras la sudoración o el baño. Sabemos que una optima fotoprotección implica la unión y conjugación entre el filtro y las proteínas de la capa cornea cutánea y que el tiempo requerido para este fenómeno se lleve a cabo es de unos 30 minutos. Consecuentemente, todo protector solar debe ser aplicado con suficiente tiempo de antelación a la exposición solar siendo los filtros que utilizan ácido para-amino-benzoico o P.A.B.A. o sus ésteres los que presentan un mayor indice de adhesión celular proteica.

El Factor de Protección Solar
Durante varios años, diferentes autores trataron de establecer un indice o unidad de medida específico y estandarizado para computar las variaciones de cada fotoprotector externo en torno a su poder de fotoprotección cutánea. No ha sido tarea fácil establecer estos parámetros con un carácter universal habida cuenta de la especificidad de cada tipo de piel (hidratación, vascularización, sudoración, edad, fototipo), caracteristicas de la radiación, climatología, cantidades del producto aplicadas, etc.

A tal efecto, autores como Greiter y cols. introdujeron el termino de F.P.S. (Factor de Protección Solar) para medir el indice de eficacia de un filtro solar de aplicación externa que venia definido por el cociente resultante entre la cantidad de UVB necesaria para producir una mínima reacción eritematosa en una piel protegida por el fotoprotector, dividida por la cantidad de radiación requerida para provocar dicho eritema en un cutis no protegido por dicho producto.

En el año 1978, la FDA americana propuso una normativa consistente en irradiar a un grupo de 20 sujetos de piel fotosensible a los que se les aplicaba 2 mg de filtro solar por cm2 cutaneo y se les hacía esperar durante 15 minutos antes de la exposicion UV. Recientes experiencias manejan dosis altas de UVA con tiempos menores de exposición.

A modo de conclusión señalaremos que no existe unanimidad con respecto a los indices de protección que, de forma estandarizada, definan las características y eficacia de un F.P.S.

Por otra parte, numerosos trabajos científicos recogidos en la bibliografía de los últimos decenios hacen hincapié en la aparición de una serie de efectos secundarios en pacientes tratados con filtros de protección solar. La mayoría de los datos aportados por algunos autores están relacionados con la irritación cutánea o dermatosis alérgicas de contacto a alguno de sus componentes fisicoquímicos, sobre todo cuando el producto esta vehiculizado con bases alcohólicas. Se ha demostrado taxativamente que dichos inconvenientes se producen de forma mayoritaria en individuos atópicos, cuya dermosensibilidad los hace vulnerables a la mayoría de los dermocosméticos. No obstante, esta fuera de toda duda que los efectos indeseables de los fotoprotectores son mínimos frente a los enormes beneficios y ventajas que nos ofrecen. No debemos ignorar que recientes estudios señalan que, cada año se producen en todo el mundo más de 2,5 millones de tumores malignos cutáneos y que por cada 1% que disminuye nuestra protectora capa de ozono, la irradiación UVB/UVC aumenta en un 2% y el cáncer de piel en un 5%.

Como reflexión final, debemos señalar que la exposición incontrolada a la radiación solar puede llegar a ser extremadamente nociva para nuestra salud y está en nuestra mano adoptar medidas de prevención. Desde un punto de vista sociosanitario resulta fundamental convencer a la ciudadanía que las costumbres o modas insalubres deben ser abandonadas o sustituidas por normas de vida más sanas. Nuestras autoridades Sanitarias, gobernantes, políticos, médicos, educadores y medios de comunicación tienen mucho que hacer en este sentido por el bien de las generaciones futuras.